lunes, 15 de diciembre de 2003

Sembradores de estrellas

Acostumbrado como estaba a un Adviento lleno de luces por las calles, de mensajes navideños y anuncios publicitarios como ese de... "Ya es Navidad en nosédonde" o "Vuelve a casa, vuelve"..., tengo que reconocer que éste es un Adviento totalmente distinto; quizá es un Adviento más cercano a lo que realmente es, un  tiempo de espera (y es que eso de esperar lo saben hacer muy bien por estas latitudes). El caso es que me llama la atención la sobriedad con que se vive aquí el Adviento. Sin embargo también he descubierto que nuestra vida discurre en un "Belén viviente", porque aquí no nos faltan ni los pastores, ni las lavanderas en el río, ni los rebaños de ovejas, ni los establos con su mula y su buey, ... hasta nos sale el "caganet" de turno cuando menos te lo esperas!... Así que no nos podemos quejar.

La única tradición  que parece bien arraigada y que ya pudimos comprobar la pasada navidad, es la de colocar una gran estrella de papel o de plástico en la puerta de casa con una luz en su interior. El caso es que no se trata sólo de una tradición cristiana, por lo que en los caserones de los ricos, en las barracas de los pobres, en las casas de los cristianos, musulmanes o hindúes, se anuncia con una estrella que ha llegado el tiempo de navidad y cuando anochece, poco a poco, va apareciendo un auténtico mar de estrellas, dibujando en el paisaje un tintineo de colores digno de admirarse.

Y es que en el fondo, la navidad no es otra cosa que colocar una estrella y convertir nuestra casa en un nuevo portal, donde nazca la Vida, sin ruido, sin propaganda,  sencillamente como hace más de 2000 años, y una Vida manifestada en la forma que sea: en la familia, , en uno mismo, en mis relaciones, en mis sentimientos,... ese es el mejor regalo.

Así pues aquí seguiremos, junto a tantos otros, anunciando la Navidad con una estrella,  queriendo guiar a unos Magos de Oriente, aun sabiendo que no dejarán ningún regalo a la puerta de casa.

 Nada más, desde aquí, sólo desearos una Navidad con estrella.

Jorge

lunes, 1 de diciembre de 2003

Visita a un slum

Era una de esas mañanas en las que el sol se regalaba con generosidad. La tarde anterior había estado lloviendo y había dejado limpia la atmósfera de polvo y arena. Los pescadores estaban faenando desde la madrugada... el resultado era una postal perfecta, casi idílica. Desde la ventana de la habitación del colegio de La Salle en Colombo, la vista era más propia de un hotel de cinco estrellas que de un colegio.

     Llevábamos dos días en Colombo, la capital de Sri Lanka, cuando el Hermano Henry nos propuso visitar la guardería y el proyecto educativo que tienen los hermanos de La Salle en una de las zonas más pobres de la capital. Hacia allá nos fuimos acompañados de otro hermano. Visitamos el centro técnico donde diariamente se imparten clases prácticas de carpintería, albañilería, fontanería, ... El H. Emmanuel era encargado de este centro, que nació hace 22 años como respuesta a las necesidades educativas de una población marginada, más inclinada al trabajo técnico que a otros eruditos campos del saber. Terminada nuestra visita fuimos a conocer el parvulario que los Hermanos de La Salle tienen en el Slum (un Slum es un barrio de chavolas sin una organización establecida, sin ninguna infraestructura sanitaria y con un nivel de pobreza extremo).

     Cuando te acercas a un slum, te das cuenta de que ha habido un cambio de "paisaje". Desde la furgoneta se podía apreciar la pobreza de las chavolas, las calles (por llamarlas de alguna manera) distribuidas de forma aleatoria, la galería de olores o el hacinamiento de las basuras con sus consabidas ratas.  Los que allí viven son el resultado de una sociedad con un nivel de vida inalcanzable para casi la mitad de la población de Sri Lanka, lo que hace de su pobreza una pobreza endémica, extrema y sin vías de solución. Pues allí nos plantamos para visitar el parvulario de los Hermanos, situado en el centro del slum, y  donde acuden diariamente más de 60 chiquillos de entre 3 y 6 años. Es curioso como una vez dentro, también se aprecia otro cambio de "paisaje"; esta vez se respira la vida y la alegría que brota de la inocencia y la vitalidad de los niños. También tuvimos la oportunidad de visitar algunas de las familias que viven en el slum. Es toda una experiencia perderse por las callejuelas de barro (digo yo que era barro) e ir descubriendo la vida que se oculta en cada chavola, en cada familia, sus luchas y penurias por salir adelante, sus alegrías compartidas (todo se comparte en un sitio así); recuerdo a la señora que había perdido una pierna, aplastada por un contenedor y que sentada en el suelo sonreía ante nuestra visita; o el niño ciego de 7 años que no encontraba el sentido de ir a la escuela, ante la desesperación de su familia ...

    Y cuando sales de allí, sales pensando que parece mentira que en el siglo XXI todavía existan lugares donde genero humano sigue luchando día a día por sobrevivir. Y sales descubriendo que siempre es allí donde emergen estos pequeños rincones solidarios en forma de proyectos, de personas, de congregaciones, que dan al mismo genero humano la dignidad para seguir luchando por un mundo más justo e igualitario.

     Nada más, un abrazo y sed felices.

Jorge