miércoles, 1 de octubre de 2003

El silencio que hace crecer

     El tiempo se para cuando uno entra en el Ashram cristiano de Shantivanam. Allí se respira esa atmósfera propia de los lugares santos que le dejan a uno sin capacidad de reacción, dócil, lleno de preguntas y vacío de prejuicios… y simplemente te dejas llevar.

          Han sido seis días de compartir en silencio con la pequeña comunidad de “Sanyasis” camaldulenses dedicados a la oración y la contemplación, seis días en los que la espiritualidad indiana ha ido calando nuestra forma de interpretar la liturgia, la oración diaria, las comidas, la meditación, y todo ello con una sencillez extrema, que va minando tanta complejidad y tanto ornato que llevamos dentro.

           Yo puedo comer con la mano, puedo ponerme el dothy (la falda que usan los hombres en Tamil Nadu), puedo adoptar gestos y costumbres, pero eso no es más que un paso en el camino de la inculturación. He acabado convencido de que se trata de un camino más ligado a lo espiritual y menos a lo “pintoresco”; se trata de asimilar una tradición milenaria, de abrirse a una Iglesia de ancestros orientales, de una liturgia llena de símbolos impensables en la vieja Europa; se trata – como dice uno de los Hermanos de allá – de descubrir la “otra cara de la moneda” en cuanto a tradición y espiritualidad se refiere.

          Y el silencio (con palabras o sin ellas) va cumpliendo su misión. Va dejando serenidad, va “cargando las pilas”, relativizando los problemas y haciéndote crecer por dentro – siempre por dentro – que es de lo que se trata. 

          Y vuelves a casa y la lucha diaria con ganas de seguir creciendo, de seguir buscando y descubriendo día a día, el don precioso de la alegría serena.

 Sed felices, que es gratis.

Jorge