lunes, 15 de septiembre de 2003

¡Qué cosas tiene el bus!

      Hace apenas diez días iba yo en el autobús volviendo a casa después de una mañana rutinaria de compras en Madurai. A mi lado se sentó un hombre de mediana edad, que de forma espontánea inició la conversación típica entre dos desconocidos: "de dónde eres?", "qué haces aquí?" "qué te parece nuestro país?"... poco a poco fuimos compartiendo nuestras opiniones y vivencias, todo ello en el ambiente de cordialidad que suele reinar en estos autobuses atestados de gente, donde por encima de la incomodidad se da una cierta afinidad entre los que sufren con paciencia las apreturas del viaje. Pues bien, en apenas 20 minutos de trayecto hablamos de nuestras familias, de nuestras experiencias,...  supe que él era protestante (antes de que él descubriera que yo era católico), y no sólo se empeñó en que conociera a su familia, sino que después de darme su dirección y teléfono, me pagó el viaje en bus, emplazándome para a una futura visita. Uno llega a casa pensando que qué cosas tiene el bus.

          El caso es que hace una semana, conocimos a su familia. Vivían en un pequeño piso alquilado a la entrada de Madurai, con una cocina, un cuarto de baño, un dormitorio y una sala para todo lo demás. Mi sorpresa fue cuando descubrimos que su esposa era católica y su vecina evangélica, y juntos como familia no tenían ningún problema en acercarse a la Iglesia católica a celebrar la eucaristía o a la Comunidad Protestante a vivir una experiencia similar, o incluso algún día con la vecina y su hija pequeña iban a la oración de la Iglesia Pentecostal..., y todo ello con una naturalidad propia de los  sencillos, de los que no se basan en grandes filosofías sino en la experiencia de fe compartida en familia, de los que se acercan a la Biblia (subrayada, dicho sea de paso) con un ojo puesto en la Palabra y otro en el periódico y saben descubrir en ambos la mano de Dios... en pocas palabras, de los que creen.  

           Por supuesto, no habían oído hablar de Taizé o del movimiento Focolar, pero encarnaban el mismo espíritu, así que volvimos a casa con la sensación de haber descubierto uno de esos tesorillos que se encuentran por casualidad (o no) en los rincones perdidos de una ciudad.

          Vaya desde aquí, mi más sincero agradecimiento por la lección ecuménica recibida.

Con cariño.

Jorge

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